Cena en lo de Fernando

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Un evento muy particular

Me sentí privilegiada, elegida. Fue una linda sensación.
Por un momento pareció ficción.
El clima era agradable, definido aunque innombrable.
El olor de la madera se imponía sobre los otros aromas.
Las maderas tanto la de los pianos, como las paredes, acumulaban capas y capas de historias, esperando ser contadas.
El anfitrión, con suerte, conocía la última antes de poseerlas.
Nosotros humanos engreídos, creyendonos  los máximos conocedores de todo, eramos apenas un instante para ellas. Las unas, que habían presenciado los esfuerzos, para lograr ejecutar con calidad, una pieza las otras, silenciosas testigos, de misas y confesiones, devenidas en marco de ese circunstancial momento
Mas tarde, vino, chocolate y nueces, anticipo y condimento del especial encuentro.
Esos encuentros que alternan y suman distintas sensibilidades, inteligencias, experiencias y saberes, generando una trama que potencia y abona, dejando en cada uno, una energía nueva, latente pero a punto de estallar, de brotar.
La lluvia golpea en el techo de chapa, completando con su repiquetear, la música de fondo o cayendo sobre el piso antiguo del patio, que observábamos a través del vidrio.
Un deleite para los sentidos.
La irresistible necesidad de acariciar las  teclas del piano, la figura del alto y esbelto Quijote contra los molinos de lo establecido, avanzando sin armadura, expuesto hacia su realización
Y yo simultáneamente, parte del elenco y a la vez parte del público, de esta, para nosotros gloriosa escena, que es efímera para la añeja madera.
Roxana Bogacz

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