El pequeño Esteban

El pequeño Esteban


Ana amaba a todos sus hijos.

Desde antes de concebirlos y tan francamente porque así lo había decidido. Fue madre a los veinte y antes de serlo ya declaraba, que la maternidad es el único compromiso para toda la vida, solo que aún no imaginaba que por amorosa que fuera la relación, no era simétrica y nada  garantizaba que su amor fuera correspondido al menos como ella imaginaba.

Con su marido Eduardo tuvieron tres hijos, Enrique, Evelin y Esteban, este nació muchos años después, era lo que se conoce como el hijo de la vejez. La familia fue por mucho tiempo feliz.

Enrique fundó un estudio de abogados, que es hasta hoy exitoso y una hermosa familia, cada vez nos visita menos y Ana siente que, la mira con pena.

El mayor con  Esteban no se relaciona, desde que se volvió invisible, no quiere ni que se lo nombren, como si el niño tuviera la culpa. 

Evelyn se casó hace tres años, no hizo fiesta, no tenía ánimo, hay que ver qué raros son los jóvenes de hoy, con la ilusión que tenía Eduardo de llevarla del brazo al altar, desde el día que supo que era una niña esperaba ese acontecimiento hasta que pasó lo que pasó. Ella se enfurece cuando le cuento que Esteban hoy me cantó una nueva canción, o que me vino a poner una manta cuando me quedé dormida en la galería, parece despreciar mi charla, siempre tuvo celos de Esteban pero ya estamos grandes, debería madurar.

Debo reconocer que en la casa hay más fotos de Esteban que de ningún otro, es que al no poder verlo, necesito recordarlo físicamente. El único que no cambió para nada con esto de no ser visto es él, el pequeño. Cada mañana se levanta de buen humor y se prepara temprano el desayuno, viene a mi cama, me da un beso y se va a la escuela.

La semana pasada fui a hablar con su maestra, y me confirmó que no tengo de que preocuparme. -Todo está muy bien con Esteban como siempre, aunque en su rostro se notaba cierta preocupación, seguro ha de ser por temas personales.

Esta tarde volvió a visitarme el Dr Sigmund, me dice que necesito descansar, mientras damos un paseo por el jardín, me informa que tiene programado hacer una visita conmigo al cementerio, le pregunté si puede venir con nosotros Esteban, detuvo la marcha me miró fijamente tomándome por los hombros y me dijo con voz muy queda pero firme:- El ya está allí.



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