Luciana ( Bar de Fondo)

(Acá podés poner el título del cuento)

              

Lunes 21 de septiembre


LUCIANA

Luciana habla consigo misma: esto no puede estar pasándome, mi ex está por ser padre nuevamente y yo voy a parecer la abuela del crío cuando nos juntemos en las reuniones familiares.

Mientras tanto prepara su ropa. Se siente desconsolada.

Se pasa la buclera, se maquilla.

Piensa: Voy a salir al mundo a que me descubran. Con estas minas y sus campañas sobre la igualdad y sobre el acoso, los hombres se han quedado sin palabras. Nadie te mira, nadie te dice un piropo. Hoy me preparé el conjunto rosa, hay que celebrar la primavera, aunque se me pongan los labios morados de frío.

Sale de su casa. Y espera un taxi.


ESTEBAN

Esteban termina su desayuno, acomoda los utensillos en el lavavajillas, se da una ducha se afeita y comienza a vestirse. Es un hombre maduro sumamente elegante y formal.

Mientras desciende en el ascensor piensa:  ¡mucho día de la primavera pero que tornillo ! Saluda como cada día a la gente de seguridad y ya sobre Libertador siente el aire helado, mientras se acerca al cordón de la vereda exhala humo por su nariz.

Se siente algo nervioso y decide tomar un taxi para llegar al estudio, el tránsito en estas fechas es un caos.

A lo lejos aparece un lomo amarillo, extiende la mano y el tachero le hace un guiño de luces.

Listo, piensa, tendré tiempo de leer el diario tranquilo en mi despacho, antes de que se convierta en un ir y venir de empleados y asistentes.

Sin embargo, nota que el taxi, “su taxi” aminora la marcha unos metros antes. Una mujer imponente, con minifalda y campera de piel sintética, toda de rosa, se adelanta, abre la puerta del auto y está lista para subir.  Esteban congelado se acerca y le reclama al chófer y éste con gesto pícaro le guiña un ojo, hace un ademán con la mano y le dice: las damas primero, vos me entendés, ¿no?

La mujer cierra la puerta y con un mohín burlón le tira un besito a través del vidrio.

Esteban, puteando bajito rumia entre dientes: éstas son las que después levantan las banderas de la igualdad. 

Al pensar en el chófer, siente algo de bronca pero cree que él, en definitiva,  hubiera hecho lo mismo.

Mientras espera el siguiente taxi recoge de la vereda una agenda color magenta, con perlas y brillos en la tapa y un señalador que es una pluma de ave teñida también de fucsia. Una vez sentado en el auto, la revisa. No tiene nombre ni dirección 

Por fuera parece de una colegiala pero en su interior hay fotos de familia, en algunas un señor tachado con líquid paper, rastros de lágrimas. Un solo dato escrito en el calendario de la agenda le da una pista  para encontrar a su dueña, que, por las fotos, reconoce, es la que acaba de arrebatarle el taxi.

En versión más sencilla, sin tanto maquillaje, en jean y feliz. Esta, la de la foto impresa, le gusta más. 



Jueves 24 de septiembre


Luciana


Luciana ya está lista para salir. Como cada jueves se prepara para ir a Tolón, la confitería de Santa Fe y Coronel Díaz. 

Hoy su mini es celeste pastel, se muere de frío pero es primavera y eso es lo que cuenta. Cada día se siente peor:  "estas minas feministas con las campañas exageradas sobre el acoso arruinan todo, podés matarte en el gimnasio que los tipos ni te ven", piensa.

Se da cuenta de que su bolso está más liviano que de costumbre y nota que le falta la agenda. Se sonríe irónica, pensando en el chasco que se debe haber llevado el chorro que se la sacó cuando vio que era una billetera.

Se calza las botas bucaneras. Se pasa la planchita y sale, quiere conquistar el mundo, o al menos a alguien. 

Cuando llega a la confitería se sienta en su mesa habitual, relojea el ambiente ansiosa. 

El mozo le trae el desayuno, dos medialunas con mucho almíbar, jugo de naranja natural y un café doble cortado, no necesita preguntarle qué va a tomar, ya conoce sus gustos.  Luego le acerca los suplementos sobre temas inmobiliarios de todos los periódicos del local intentando disimular el deseo, cuando la mira.

Ella cada tanto hace un gesto de bajarse la pollera pero es solo un gesto, queda clara que su intención es justamente  llamar la atención sobre sus piernas.

Luciana resopla: nada interesante, ni en el papel ni en las mesas, efectivamente va tener que cambiar la estrategia y abonarse a una página de solos y solas.

Se llama al orden, " no podés estar tan desesperada", se dice.

Le hace una seña al mozo para que le traiga la cuenta. Éste se  acerca y le informa en tono discreto, que ya está paga.

Luciana no comprende. Entonces el mozo le indica una mesa detrás de ella: el señor de  aquella mesa la invita.

Luciana se sonroja, piensa en su pelo, en el maquillaje, deja una propina y con la campera sobre su brazo se dirige a la mesa indicada. Mientras se va acercando duda ya que el tipo ni la mira. Desde un poco más cerca distingue sobre el mantel algo color fucsia

y ella se va tiñiendo del mismo tono, se siente fatal, su agenda, todos sus secretos sobre la mesa.de un desconocido. Y el tipo está bastante bueno, piensa.


Esteban levanta la vista y la mira con ojos comprensivos, casi paternales, sus miradas dialogan, se relajan.

- Buen día - dice tímidamente Luciana

- Buen día -  contesta él, que había pensado tratarla con desdén pero que al fin de cuentas no le sale. La invita a sentarse. El perfume caro de ella invade todo.

- Mi nombre es Esteban y vengo a devolver algo que no me pertenece.

Luciana sonríe, algo comienza a aletear dentro suyo.

Ambos se van excusando del comportamiento del anterior encuentro, se cuentan de sus trabajos, todo fluye mejor que en cualquier cita.

Deciden volverse a ver, en definitiva, viven en la misma cuadra, y ambos necesitan compañía.

Luciana piensa: que manos tan prolijas y delicadas. Y sin alianza.


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