La Berti

PH: Enrique Picchio



 La Berti


Hace unas semanas, fuimos a pasear con mi hijo y su familia en auto, todo un acontecimiento encontrarnos y pasear en pandemia.

Al llegar a una rotonda camino a Ezeiza, Leandro, mi hijo al volante me dijo:_ mirá mamá, ahí está mi árbol _ me costó darme cuenta a qué se refería.

Cuando aún eran chicos, hubo una semana en qué mientras manejaba les fui regalando a cada uno, árboles ubicados en los caminos que frecuentábamos.

Los palo borrachos de la 9 de Julio al menor, los jacarandas a la mayor y este ahora gran árbol al mediano. Ese queda camino al country  y a Lele era el que más disfrutaba ir allí.

Distintas plantas, poco a poco, fueron poblando mis recuerdos.

Todas distintas, todas únicas, con esa identidad que tienen las cosas que amamos, en este caso seres más que cosas.

No, querido lector, no soy de las que conversan con sus amigas verdes.

De pequeña, antes de que se ocupara el lote lindero a nuestra casa, mis padres plantaron una higuera,_ nada de estar a la sombra de esa planta resuena en mis oídos, el jugo que chorrea hace mal, aunque lo usaban para quemar verrugas, en otro sector, junto a la tapia del frente, el níspero al que solíamos treparnos con mis primas, o con los amigos de la capital, que de tierra solo conocían la de las plazas y las de las macetas. Ese árbol de frutos amarillos aterciopelados, con semillas marrones lustrosas, que si las pisabas podías romperte la crisma, palabra que no volví a escuchar desde entonces, y por último la Parra presente en todas mis pesadillas de entonces. Estaba junto al pasillo que conducía al  tallercito de costura del fondo donde mi madre trabajaba. En los sueños, yo quería ir a buscarla pero abajo se encontraba la zorra, para la cual las uvas estaban verdes pero yo estaba tiernita y podía ser su bocado. Me despertaba a los gritos. Las fábulas no tienen el mismo significado para todos.

Hoy tengo por todas partes frascos con agua y algunas plantitas en crecimiento para regalar o canjear las de interior y las del balcón, cada cual con su historia, quién me la regaló, en qué ocasión la compré, pero la más importante es La Berti en honor a mi mamá.

Es una planta conocida como flor de nácar, en su máxima explosión de belleza abre un pimpollo formado por múltiples estrellitas que luego se abres y toman la forma de uns pequeñísima sombrilla rosada, forma parte de la familia desde hace más de cuarenta años, cada nueva pareja que firma un hogar se le entrega un esqueje y según dicen, las plantas que se multiplican de esta forma tienen la edad de la original, es decir que es mayor que los nuevos miembros que son los nietos de doña Berta.

En algún momento, probablemente cerca de fin de año, cuando aparecen esos carteles, " toma un descanso" "dedica tiempo a tus seres queridos" "crea una tradición" etc yo inventé que cada vez que La Berti da su primer flor algo bueno va a pasar, y así estamos hasta hoy cada años, el primer pimpollo de cada temporada nos siembra un poco de esperanza en nuestras vidas.

Todos conocemos el origen de esta tradición pero nadie la cuestiona





Comentarios

  1. Me encantó este relato ! Lleno de sentimientos y tradiciones.Y seguro que cuando la Berti florece ALGO BUENO VA A PASAR...doña Berta sigue estando ❤

    Te felicito Roxana!!!


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