Mundial día VIII

 _"Quien mal anda mal acaba"_ así nomás sentenció la Abu, aquella relación.

Mucho podría decir de esa mujer, la Abu, pero nunca que la pifiara cuando vaticinaba algo, dichos basados en su experiencia, nada de cartas adivinas ni de bolas de cristal, lisa y llanamente, e x p e r i e n c i a.

El Julio y yo nos conocimos por ahí, es difícil definir exactamente cuándo y dónde.

Rawson es un pequeño pueblo, nos conocemos todos, también con los de Los Angeles, que es el pueblito inmediato, de allí viene él, el Ju.

A la Abu no le gustaba para nada nuestra relación.

Nos veíamos en las bailantas y a veces, cómo por casualidad aparecía el Julio en la ruta, cerca de la parada del ómnibus que me traía del Cole.

Entonces yo le decía a mis compañeras que tenía algún encargue y me quedaba con el.

_¿ Cómo estás hermosa? 

A mí me gusta ese hombre, es muy buen mozo, cada vez aparece más seguido, creo que él también se ha enamorado.

En el pueblo ya andan hablando.

La abuela indignada lo mandó llamar.

_ ¿No le da vergüenza? ¡Me parece que está grandecito para andar con una mocosa!

El dijo que se apartaría pero seguimos.

A noviar noviar, empezamos a mis quince y a sus veintitrés.

La gente siempre habla, me repetía él mientras me estrenaba en besos apasionados y acariciándome bajo la falda de gimnasia o corriéndome los breteles del corpiño bajo la blusa.

Un buen día, sin más, el Julio se vino a despedir, creí que la abuela tuvo algo que ver, pero no.

_Me caso_me dijo_ perdoná muñeca pero la Griselda está preñada, soy un caballero. No la puedo dejar sola con el crío, y se fué.

Me faltó el aire, todo giraba, _ "quien mal anda mal acaba".

Mientras mis amigas todavía jugaban en los recreos, yo me sentía sucia y fuera de lugar.

No pasaron dos meses y volviste.

Yo no quería saber nada. Aún no terminaba de reparar mis pedazos y ahí estabas, más seductor que nunca, unas pocas palabras me encendieron más que antes.

_ Te juro que te quiero a vos. Pero ya sabes,no la podía dejar sola, no es de caballero.

La Griselda nunca se enteró.

Un mes más tarde del reencuentro, las caricias ya no te eran suficientes y me pediste una prueba de amor.

_ mirá como me arriesgo yo, que si se entera la Grise o su papá soy hombre muerto, es hora que pongas algo de tu parte chiquita.

 ¿Cómo fue que avanzamos tanto? Yo no quiero desilusionar a la Abu, ya bastante tuvo con mi vieja que me dejó de regalo en su casa y nunca más supimos de ella.

Ahora entendía que le pudo haber pasado, unas miradas, una palabritas y ahí estás sola y encinta.

Cuando me quedaba sin él, practicaba hablarle de la separación, pero su presencia cambiaba siempre mis planes.

Dolía mucho verte pasar endomingado con la Griselda y el Tomás, mientras yo daba la vuelta al perro con la madrina o alguna tía.

Hablé con la Marcela y ella organizó todo. 

_ el domingo a la tarde va a pasar a buscarte mi hermano el Raúl, terminó el secundario en la capital y le va venir muy bien pasear con vos. 

_¿Ta segura madrina?

_ segurísima, usté se me viste con la mejor ropa, hágalo rabiar al Julio y va tener que elegir, una o la otra.

Me dió miedo, ¿podría vivir sin él?

Pensando más en el Julio que en el Raúl me vestí y maquillé, le robé perfume a la Abu y use el lápiz labial como colorete.

Sonó el timbre y ante la mirada curiosa de la Abu, sentada en la silla hamaca, abrí sin preguntar, así es en  mi pueblo.

_Para servirlas_ dijo con seguridad mi acompañante, y agregó_ pero que hermosa estás Lucía.

Los rulos  húmedos caían sobre su frente, la camisa blanca, bien planchada, manos delicadas de quién hace mucho no trabaja la tierra, y esa sonrisa franca, nada que esconder. 

_ se la traigo tempranito doña_ y puso el brazo en jarra para que saliéramos juntos de paseo.

 No me acordé más del Julio, ¿me habrá visto? ¡Que  me importa!




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