La vecina

 Créame que tuve que hacer un esfuerzo, para recordar cuándo y dónde ví a Diana por primera vez.

Conocía a varios integrantes de su familia desde hacía muchos años. Allá, a fines del siglo XX me desempeñaba como recaudadora de donaciones, a domicilio, para una importante institución.

Fué en una de mis zonas de trabajo, a pasos del obelisco.


La primera vez que anduve por allí, mi poco sentido comercial me impedía comprender por y para qué se agrupaban tantos negocios con el mismo rubro en tan pocas cuadras.

Volviendo al tema de Diana, la conocí en una de esas joyerías de la calle Libertad. Dentro del local parecía un personaje secundario.

El principal era el  padre y fundador del negocio.

Luego estaban ellas, las hijas, Marga y Diana,la primera, refinada, culta, parecía mirar a su padre con veneración y nuestra protagonista, más desprolija, limpia, con ropa bien combinada, pero sí, más desprolija, "la divorciada", con su pelo rojo, corte garçon , opaco a fuerza de tantas tinturas, ojos azúl intenso, las uñas cortas y sin pintura y un cigarrillo adherido a sus dedos permanentemente.

Diana miraba a los otros dos y me miraba a mí, con aire de complicidad, parecía decirme ¿Vos me entendés, no? 

A pesar de que el aspecto contrastante entre ambas favorecía a Marga, la realidad es que Diana resultaba ser más genuina.

En el año 2000 me mudé a un barrio de Capital, con mis tres hijos, en el que vivo hasta hoy.

Fue desde entonces que empecé a cruzarme con Diana en la calle, me dió alegría verla la primera vez, charlamos un rato. En ese momento me enteré que Don Mario, el padre, había fallecido y que " las chicas" continuarían con la pequeña empresa.

Luego de otros encuentros ocasionales, comencé a evitarla, me cruzaba  de vereda, daba la vuelta a la manzana en el sentido contrario, intentaba que no se diera cuenta, es que su cabeza parecía estar en otro planeta.

 Ella , disponía de todo el tiempo del mundo para charlar, o quizá  yo nunca creo tener el suficiente…


Hace meses que no la veo.

Di muchas vueltas y finalmente, me acerqué al edificio y le pregunté al encargado, por Diana, nunca anoté cuál era su departamento ni su número telefónico, no lo consideré necesario. El hombre me contó que Diana se había caído, hubo que operarla y ya no volvió al edificio, sus hijos la ingresaron a un geriátrico y dijo desconocer la dirección. 

No sé la gravedad del cuadro.

Confieso que extraño andar evitándola por las calles del barrio,  así como le digo.


#PoemasRoxanaBogacz.

Ejercicio taller Javier.

Cualquier coincidencia es fruto de la imaginación





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