Mi familia


 Mi familia


Todos ya estamos muertos.

Quién hubiera pensado al tomar esa fotografía que uno de nosotros fusilaría al resto.

Sólo Adelaida, la señora que nos cuidaba falleció de muerte natural.

Les voy a contar un poco más de nuestra historia.

Mi nombre era María, fuí la mediana, estoy en la imagen con collar y un moño en la cabeza, quería ser maestra, no había mucho para elegir.

Eugenia la mayor deseaba ser comadrona y esposa.

Ricardito el mayor de los varones seguiría la carrera militar como papá, Pedro imaginaba ser cura pero era demasiado pícaro y seductor, vivía siempre enamorado y por último Facundo, iracundo, problemático, inconformista, no conoció a mamá, ella murió al parirlo, además de tener que usar una botineta por ser cojo…

Tampoco recibió afecto de papá, hombre poco demostrativo, que  de algún modo lo hacía culpable de la muerte de mamá, su querida Olga.

A pesar de todo, crecimos cómo cualquier familia acomodada de la época.

Adelaida, la mujer anciana era de pocas palabras pero mucha ternura en su mirada, logró como se ve en la imagen una unión circular. 

Una mañana faltó el desayuno servido como de costumbre y cuando fuimos a su habitación y la hallamos con su expresión serena, su piel cetrina algo más lívida, los labios oscuros y un crucifijo entre sus ajadas manos.

Tuvo la bendición de no ver la masacre.

Aquella tarde de otoño en que comenzó todo los gritos de papá interrumpieron la sagrada siesta. 

Papá hecho a Facundo de casa a los gritos – afeminado, ya te voy a curar a vos mariconaso, no vaya a volver a esta casa y ojito que te agarre por ahí con el putito ese, que los mato a los dos, que vergüenza, ¡

ay mi honor!

Unos días más tarde, muy de madrugada sentimos el primer escopetazo en la recámara de papá.

Siguió por los muchachos, y por último por mi.

A Eugenia la había ultimado la noche anterior junto con su marido.

Cuando todo parecía terminado y un río de sangre corría por los pisos dameros, un último disparo desde la planta alta terminó con Facundo, papá se vio obligado aún herido,  a cumplir su advertencia.

Roxana Bogacz

#PoemasRoxanaBogacz

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