Vivian Maier

                Vivian Maier


Mi nombre es John Maloof y antes de contarles esta extraña historia sobre la Srta Maier, Vivian Maier, debo decirles que yo me dedicaba a hacer unos relatos con fotografías hasta el día que ingresé al negocio de Matheu al final del callejón Cortland Alley allá por el año 2007 y mi vida cambió radicalmente.

A pesar de que todos conocían de una u otra manera a la Srta Vivian en el barrio de Nueva York donde vivió desde sus veinticinco años, por haber trabajado con muchas familias de la zona, cómo niñera, la realidad es que murió sola y desquiciada a los ochenta y tres años por una fractura de cadera que nunca soldó.

Cambiaba de casas a medida que los niños crecían, muchos la respetaban pero no supo generar cariño.

Su modo de vestir era algo inapropiado para la tarea que ejercía, zapatos masculinos un sombrero rojo de ala ancha y como una cadena con símbolo religioso que nunca te quitas, Vivi llevaba su cámara de fotos Rolleiflex de metal con la que captaba continuamente, escenas callejeras cotidianas pero que rara vez revelaba.

El altísimo costo del papel especial, se lo impedía.

En aquel año 2007 buscando material  fotográfico y siguiendo mi intuición me dirigí al local de viejos y usados del Sr Matheu, ubicado al final del callejón Cortland Alley en Nueva York, seguramente allí encontraría 

El dueño, vestido con camisa blanca a rayas verdes, visera y delantal me indicó que revisara un sector del local poco frecuentado.

—Por ahí, por ahí, en las valijas rojas puede ser que algo encuentres.


Era unas maletas de color ciruela gastado, que parecían de cartón, pero estaban bien cerradas y cuidadas. De la manija suspendía un porta tarjeta que identificaba a su dueño: Srta Vivian Maier.

Al abrirlas encontré una enorme cantidad de rollos fotográficos sin revelar y algunas pocas imágenes, viejas pero buenas en blanco y negro y alguna de la misma fotógrafa en color tomada en el espejo retrovisor de un auto.

Pregunté cuánto debía pagar y Math me respondió por  trescientos ochenta dólares podía llevarme   las fotos y los ciento setenta mil negativos, pero que le dejara las maletas para venderlas aparte

Este hallazgo me distrajo de mi plan original e invirtiendo tiempo y dinero fui armando un enorme muestrario de escenas verdaderamente valiosas.

Llamó mi atención un rostro que se repetía mucho, quizás por la rara mueca del muchacho, había de distintas edades y en todas una mueca burlona. 

Después de un tiempo pude contactar a Jeff que así se llamaba,  un cuarentón que fue criado y educado por Miss Maier, él y sus ocho hermanos.

Miraba las imágenes y agregaba recuerdos de su infancia. 

Si bien habían convivido mucho tiempo, no establecieron un vínculo cariñoso pero había un pacto tácito entre ellos.

Jeff no contaba a sus padres que Miss Vivian se ausentaba largos ratos para ir a hacer fotografías y ella no veía cuando el muchacho fumaba.

Desde el momento que descubrí ese tesoro pasaron cuatro años hasta que logré interesar a algún experto y pudimos presentar la muestra en el Centro Cultural Chicago en el año 2011.

"Las fotos fueron amadas a primera vista por el público, que convirtió su muestra en la más visitada de la institución" ( tomado textual de la web).

Desde entonces recorre el mundo en distintos centros que promueven el arte fotográfico.


             La exposición


Muchos obstáculos y previsiones tuvimos que afrontar en el camino hasta por fin poder tener el honor de dar a conocer la obra de, ya para ese momento, "mi querida Vivian".

Una de las aristas más molestas fue la judicial, derechos de autor, temas filosóficos, la privacidad de las personas retratadas.

Cada día desde que comenzó a germinar la idea de la galería una promesa y una pregunta me perseguían despierto y dormido.

Hubo reclamos vía legal que dejamos que sigan su curso en la justicia.

Yo me deleitaba observando las expresiones que surgían en aquellas personas, algunas venidas desde muy lejos, reconociendo su escuela, su capilla o la plaza de su infancia.

Una tarde, temprano, recorriendo los pasillos ví a un guardia forcejeando con una anciana.

Me acerqué y vi que la señora abrazaba fuertemente un cuadro descolgado de la pared 

¿Qué sucede? Les pregunté. La mujer me mostró la imagen de dos niñas de corta edad vestidas iguales, cómo se hacía hace un tiempo con las hermanas.

—Usted no puede quedarse con la única foto de mi hermanita Julie, ella falleció poco tiempo después en un accidente.


Por supuesto que ese fue el primer espacio que quedó vacío, luego hubo otros, pero con los siguientes pedimos alguna prueba de que el reclamo tenía respaldo.

Estaba satisfecho de ver el agradecimiento en el rostro de la mujer cuando mi asistente me recordó que tenía una entrevista con la reportera del Chicago Post.

Anduvimos por distintos temas y anécdotas hasta que surgió la pregunta: — ¿Si hubiera tenido la oportunidad de conocer a Miss Vivian Maier qué hubiera querido decirle?

— le preguntaría si está feliz con la difusión de su obra y le prometería, - en ese momento fingí toser, viendo que mi mente me estaba traicionado.

La reportera insistió — le prometería?

Articulé: —proteger su obra pero mi cabeza se aceleró recordando mis continuos intentos de comprar a tiempo los negativos que se habían subastado en otros lugares, no quería que nadie más revelará los retrato de mi Vivian desnuda y con su cámara frente al espejo, casi siempre en la habitación matrimonial dónde se podía ver un retrato de la familia completa de Jef.

Roxana Bogacz 




 Roxana Bogacz.


PD: cuando ví la consigna me desorienté porque creí que trabajaríamos con una sola imagen a lo sumo dos.

Seguí las indicaciones y elegí las siguientes imágenes: el callejón, el chico en blanco y negro con la mueca, la anciana del sombrero rojo y un final sorpresa.

Me fui a descansar y al rato la vida de Vivian Maier se apoderó de la consigna y ya no pude imaginar otra historia.

Tuve la gran oportunidad de visitar está muestra en casa F.O.L.A en distrito Los Arcos en C.A.B.A.


 




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