El Arcorisai

 El Arcorisai




El Arcorisai es un arbusto milenario, poco conocido. Crece en zonas áridas del norte argentino. Nunca nace cerca de un poblado. Como mínimo a un kilómetro de la última casa de la aldea.


A veces, se producen discusiones entre los que lo vieron al explicar su aspecto.


Los ancianos se miran entre sí y sonríen. Ellos lo llaman el árbol de la soledad, pero es un secreto sólo de los mayores.


El Arcorisai tiene un aspecto triste, es petizo y ancho. Casi igual de ancho que de alto. Sus ramas grises y nudosas se estiran como suplicando al visitante. No tiene perfume para algunos.


Parece seco, cómo si su savía hubiera dejado de recorrerlo.


Parece, solo parece.


Si llegas acompañado o pensando en cosas mundanas no sucederá el milagro.


Cuando algún pueblerino triste, angustiado llega hasta él, sus ramas se cubren de hojas carnosas formando un colchón y lo acunan. De las lágrimas del visitante brotan nuevos retoños de flores color ciruela, si en cambio el recién llegado es un amante de la soledad, que la busca, que la desea, sus ramas se convierten en un nido de flores de color blanco puro. Por último cuando llega un enamorado sus hojas se aterciopelan, estalla en flores multicolores y el aroma exquisito y penetrante atrae al ser amado


El Arcorisai tenía la sabiduría de los árboles viejos, conocía los ciclos casi inalterables de la gente de los pueblos aledaños, invierno se acercaban los desconsolados solitarios, primavera, los enamorados de todas las edades y cada tanto,  y sin importar mucho la estación los solitarios por elección. 

Nadie podrá olvidar aquel invierno dónde todo se alteró, primero fueron llegando los hombres, tristes, algunos por primera vez, raro, muy raro verlos por ahí, y luego las mujeres de todas las edades, y estados civiles, hasta la monjita, y algún muchachito. por algún extraño motivo llegaban en grupos.

 El árbol florecía y florecía sin parar, volviéndose puro terciopelo y perfume. 


Fue una explosión. El Arcorisai desconcertado, desconcertaba.


 Los medios de prensa atraídos por el fenómeno natural, llegaban a registrar el fenómeno, pero el árbol se mostraba triste, sus ramas parecían garras retorcidas


Los habitantes de las inmediaciones comprendieron que ese ser tan generoso, merecía intimidad y protección 


Roxana

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