del diario a la ficción 3 Cuento corregido 19 de diciembre 2024

Jueves 21 de noviembre.

Ya era de noche, estaba muy cansada, enojada y triste.

Necesitaba depositar mi cuerpo, cerrar los ojos y cerrar un ciclo. 

Agotadisima, con los párpados  hinchados me iba quitando la ropa con olor a cementerio.

Ella me llamó, no quería dormir sola, me dijo. Yo sin fuerzas para oponerme ni para ocasionarle más dolor, me metí en su cama. La “cama grande”de mi infancia.

Mi estómago se revolvió en el rechazo.

Observé desde este nuevo ángulo, para mí, el empapelado, los muebles artesanales lustrosos, impecables tal como fueron entregados, sesenta años antes.

La cama, me tragó, literalmente, ese costado estaba hundido, el sobrepeso de mi padre agrego con el tiempo un hueco, una cienaga. 

Me encontré en  arena movediza, conservaba el calor y el olor de su anterior ocupante.

Sentí terror, no quería pensar en el resto de su existencia, o de la mía, ocupando ese lugar, de acompañante.

Acompañar a esa mujer que poco o nada podía expresar afecto, tampoco queja o cansancio, no podía expresar nunca ningún sentimiento.

Volví a mi casa.

Llamé a mi madre cuatro, cinco veces cada día.

Cuando volvi a verla,a los pocos días, mi madre había donado  todos los libros, la cama, el colchón, sin siquiera patentar si queríamos conservar algo.

En su dormitorio luce una cama de plaza y media, con cabecera de bronce, muy fresca, simple.

Cambió los muebles, también los gestos, aunque triste se la ve mas humana.


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