Para vivir y morir Es necesaria la suerte. Algunos como receta Aconsejan fortaleza. La verdad es que el camino Entre la vida y la muerte Debería ser un puente Y no un sendero poceado Llegar a ese destino Cargando en la mochila Amor, caricia, alegría Gratos recuerdos vividos, Sin miedos y sin tristezas, Con las cuentas bien saldadas Que nadie adeude caricias, Que el haber vivido bien Y siendo buenas personas Garantice el pasaporte En la última travesía, Y no una triste agonía Que borra como un lampazo El camino recorrido Y hasta los mimos y abrazos, Dejando en un gran vacío Desnudo y sin regocijo A este viajero forzado Al último recorrido ROXANA B.
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del diario a la ficción 2
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Lunes 11 de noviembre, 2024 Mí madre vino a visitarme en sueños. La vi avanzar desde el portón de entrada del salón, pasar sin mirar frente a la barra de tragos venir hacia mí. Siguió el recorrido entre las mesas de pool, con sus luces bajas, enfocadas en el paño verde y el mostrador de juegos de mesa a mí derecha. No me alegró verla, de hecho, me espantó. Ya hace un rato que desperté y mí corazón sigue latiendo algo acelerado. Mí madre vino a visitarme en sueños, muerta. Se movía, cómo dije, por el salón, rígida, sin expresión, una estatua marmórea y etérea a la vez. Mi madre vino a notificar una muerte, lo sé, alguien cercano va a morir. No puedo saber quién. Cuando llegó hasta mí, no tenía voz, algo recurrente en mis pesadillas. Un tapón a mí natural verborragia. No pude preguntarle, ella tampoco habló. No me abrazó, ni me acarició, cómo nunca, cómo siempre. No quedaron besos ni caricias sin dar, ni antes ni ahora, porque nunca los hubo, creo que lo más cariñoso que me dijo algun