¿Pequeños milagros cotidianos? Saludo a Catalina, la recepcionista—¿todo bien?. —Bien me contesta- mirando por encima de sus pequeñas gafas, sin marco, antes de despedirnos. Este es nuestro ritual desde hace ya unos meses, cuando me ví obligado a internar a mi padre. —Me alegro, nos vemos el jueves, y Catalina que tiene todo cronometrado me pregunta —¿Cambio de día? Y sin esperar respuesta continúa, —tendrá oportunidad de conocer al nuevo terapeuta, está creando un muy buen vínculo con su padre. —Vendré a celebrar con él mi cumpleaños, no coma postre que traigo una torta riquísima. Me sorprende agradablemente aunque dudo de que sea posible un vínculo con mi viejito. Mi nombre es Ernesto. Hace un tiempo, no mucho, con gran tristeza tuve que internar a mi viejo, Carlos, luego del episodio de aquel domingo a la mañana. Yo me había quedado a dormir en su casa, ya que la persona que lo asistía se tomó descanso, el timbre sonó insistentemente, me levanté apurado, respiré profundo...