Era joven, tenía belleza, dinero, salud, amor, hijos, pero no lo estábamos pasando bien. Estabas gravemente enfermo, decían los médicos, aunque salvo por los controles y los pronósticos, nuestra vida transcurría casi como siempre, casi, porque tenía otra intensidad, estallaba en viajes, fiestas, salidas. El diagnóstico era difícil de asociar a un pequeño lunar sangrante, en un hombre joven que seguía jugando al tenis y al fútbol como siempre lo habias hecho Éramos jóvenes, invencibles, inmortales. Entre control y control viajábamos mucho, solos o con nuestros hijos, Estados Unidos, Bariloche, Europa. Dormíamos en la ciudad, o en la casa del country, meses después en sanatorios, piezas comunes, terapia intensiva. Mientras abría lentamente mis ojos cada mañana, intentaba darme cuenta dónde estaba. Recuerdo que en aquella época, hace más de treinta años, aprendí a apreciar, el correr del agua por mi cuerpo al ducharme, en contraste con tus baños de paños enjabonados, el aroma a plan...